La fotografía de abajo muestra el dedo pulgar de un médico sosteniendo los dos brazos del bebé, cuyo aborto fue realizado en la página anterior. En el segundo mes la mano y el antebrazo son del tamaño de la uña del dedo pulgar del médico.

Los dos brazos del bebé de un curetaje a las ocho semanas de gravidez

Hasta el tercer mes los huesos y las articulaciones del bebé, a pesar de que ya están perfectamente formados, carecen de calcio y poseen la flexibilidad característica de un cartílago. Cuando son cortados y arrastrados por la cureta se doblan fácilmente como si fueran de goma. A partir del tercer mes de gravidez, los huesos del bebé se comienzan a endurecer, tornando el aborto por curetaje y aspiración más peligroso. Al ser tirados por la cureta pueden engancharse en la pared del útero y romper algún vaso. Después del tercer mes, además, el útero comienza a aumentar mucho y a tornarse más vascularizado. Aunque los huesos del bebé no se enganchen en la pared uterina, cada vez se torna más fácil que, al hacer el curetaje, el mismo médico pueda perforar el útero de la paciente y el desastre, cuanto más avanzado esté el embarazo y más vascularizado el útero, puede ser mayor. Las hemorragias uterinas, aunque sean abortos realizados por médicos con experiencia, son una posibilidad siempre presente. Por este motivo es una auténtica ruleta rusa someterse a un aborto, aunque sea realizado por un médico con mucha experiencia; en cualquier establecimiento que no cuente con el respaldo de un centro quirúrgico completo, equipado tanto con instrumentos como con personal médico, pronto para atender inmediatamente cualquier eventualidad. Este no es el caso, para hablar con sinceridad, de la gran mayoría o en su totalidad de las clínicas clandestinas de abortos, aunque la práctica del aborto sea supervisada por médicos expertos.

Brazo de un bebé abortado en el 2° mes de embarazo, sobre un palillo de algodón

Otro problema gravemente descuidado en el procedimiento, en la mayoría de los abortos, se origina por la diferencia de un aborto provocado y un aborto natural, y el parto. En el parto natural, la naturaleza sabe que el bebé que está va a dar a luz y progresivamente va alargando la entrada del útero para permitir su paso. En el caso del aborto, la entrada del útero debe ser abierta a la fuerza, en contra de la tendencia del cuerpo a mantenerlo cerrado. Esto requerirá que, en una práctica técnicamente correcta, la entrada del útero debe ser abierta progresivamente, mediante una serie de instrumentos gradualmente mayores uno del otro; por cerca de media hora, durante el cual el médico va sustituyendo, poco a poco, el instrumento que ayuda a ensanchar por otro ligeramente mayor. En la práctica, en las clínicas de aborto, inclusive en las que son dirigidas por médicos profesionales, viven del altísimo lucro que el aborto proporciona. Todo debe ser pagado anticipadamente en dinero en efectivo, y el médico que se dedica al aborto gana mucho más que todos sus colegas en un tiempo mucho mayor. Ningún médico, mucho menos una persona curiosa, perdería treinta minutos de su rico y precioso tiempo para abrir gradualmente el cuello del útero de una paciente que se va a someter a un aborto. El resultado es el rompimiento casi sistemáticamente de los músculos de la entrada del útero; lo que hace que en el próximo embarazo, en la medida que el feto crece y aumenta de peso, el aparato reproductor de la paciente no consigue soportar el tamaño del bebé y se produzca un aborto natural. Esto podría ser prevenido en parte, después de un aborto así mal realizado, antes del próximo embarazo, a través de un procedimiento llamado cerclaje. El cerclaje puede ser realizado por cualquier médico obstetra, pero para esto se requerirá que la paciente sea avisada de antemano por el médico que hizo el aborto; el cual tendría que explicar este procedimiento errado, pero él seguramente estaría interesado sólo en el dinero, lo que evidentemente él no irá a hacer. Frecuentemente la embarazada apenas se dará cuenta al abortar, contra su voluntad, en su próximo embarazo, dependiendo de la perspicacia del profesional que la fuera a atender en lo ocurrido.

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